

Dios me ha quitado...
Pero me ha dado tanto!
Cuento mis dones, los saboreo como a la última frutilla de un postre delicioso.
Cuento mis dones, los enumero, los pongo en fila y armo con ellos un collar para colgármelo y no olvidar agradecerlos.
Me dió unos padres que me amaban.
Un papá amoroso que se levantaba cuando el sol aún era un presagio en la jornada, para darnos una vida digna.
Una mamá-amiga incondicional. Que nos valoraba. Que escuchaba nuestras opiniones con la misma atención con que se escucha al más sabio entre los sabios.
Un Hermano con mayúsculas. Que acompañó mi niñez, mi adolescencia, que veló por mis desvelos y amarguras de mujer adulta.
Me dió a mis hijos. Motivo de orgullo y preocupación. De sinsabores y satisfacciones.
Me dió Angelitos. Para iluminar mi vida... y no sentir miedo a la muerte cuando llegue.
Cuento mis dones. Los saboreo.
Me detengo al sentir el Sol sobre mi cuerpo. Lo disfruto. Pienso en ello. Dios, gracias por estos rayos que me iluminan, me dan calor, que me dan vida...
Alzo a mi pequeño para alcanzar la rama más alta y más lejana... y disfruto sus bracitos alrededor de mi cuello. Dios, gracias por haberme dado este Regalo. Gracias por su presencia en mi vida,y por darme vida para verlo.
Camino por la vida con mi hija-mujer colgada de mi brazo. La escucho compañera, atenta, preocupada. La veo desplazarse por la vida con la soltura de un pez en el agua. Disfruto de su compañía y agradezco: Dios, gracias por haberla hecho tan perfecta. Gracias por su temple, por su audacia. Gracias por haberla hecho nacer a través mío.
Escucho a mi hijo cantando una canción de amor para su hermano muerto. Cierro los ojos y en silencio elevo una plegaria al Cielo. Gracias Dios, por haberlos hermanado en el recuerdo.
Converso con mi amigo ciego que me cuenta lo bella que es la vida. Dios, gracias por el canto de los pájaros. Gracias por la risa de los niños. Gracias por la música, la poesía. Gracias por ver, por escuchar... y por poder sentir... lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo.
Cuento mis dones, los enumero. Los pongo en fila y armo con ellos un rosario para agradecerlos.
Faltan algunas cuentas... es cierto. Pero esas mismas que faltan, me hacen valorar las que me quedan.
Las que están... y las que faltan... son parte de mi vida.
Cuento mis dones. Los enumero. Gracias también por eso.